Argentina todavía tiene déficit fiscal. Hay dos formas de financiarlo: con emisión monetaria del Banco Central o emitiendo deuda en dólares.
Macri eligió algo más parecido al segundo camino. Es una solución "ricardiana" (por el economista David Ricardo). Básicamente consiste en "tapar" el déficit con deuda bajo la promesa de llegar a futuro al superávit para poder repagar los préstamos. El esquema de Ricardo implica que en ese tiempo de ajuste no habrá inflación. Su costo es el creciente endeudamiento.
Hoy estamos en la explosión de ese modelo. Los acreedores privados se dieron cuenta desde el 2018 que el endeudamiento no era sustentable. Y el temor se agudizó luego de las PASO de agosto: el triunfo de Alberto avecinaba un nuevo régimen. Las expectativas cambiaron. Los bonistas entienden que Alberto tiene un menor compromiso para repagar la deuda.
El propio Alberto lo admitió: "Pagaremos pero cuando la Argentina vuelva a crecer". La deuda parece, entonces, un compromiso secundario. Pero si no es con deuda, ¿con qué se financiará nuestro déficit?
Allí aparece la solución no Ricardiana de Alberto Fernández, que fue sugerida rápidamente por algunos sindicalistas: emitamos dinero. En principio, este salida tiene la tranquilidad de dejar de depender del endeudamiento externo. Pero contiene un peligro no menor: la posibilidad de que se espiralice la inflación.
En el entorno económico de Alberto Fernández creen que una emisión monetaria del orden del 30% anual no causará un corrimiento fuerte a los precios. Inclusive figuras como Mercedes Marcó del Pont, Alejandro Vanoli o Fernanda Vallejos (quizás el ala heterodoxa más extrema) van más allá: ninguna emisión de moneda genera inflación. Nunca.
Alberto no cree en esta visión tan extrema. Tampoco sus asesores más cercanos: Matías Kulfas, Cecilia Todesca o Martín Guzmán. Son más moderados y prudentes.
Si el gobierno da "rienda suelta" a la emisión, habrá mayor margen para pagar salarios, jubilaciones, subsidios y transferencias a las provincias. El hecho de que el plan de "cero emisión" de Sandleris haya sido muy poco eficaz para reducir la inflación, ayuda al argumento más extremo de Marcó del Pont, por ejemplo.
El temor es que una emisión monetaria descontrolada derrumbe la demanda de pesos y la gente vaya al dólar. En ese caso, los agentes se toparán con el cepo y tendrán que refugiarse en el valor del dólar del mercado paralelo. Por eso, no sería extraño que a partir de diciembre (y durante algunos meses más) haya una escalada más peligrosa del dólar blue. Eso, naturalmente, llevará a una presión por devaluar.
Durante la campaña, Alberto dijo que quiere un dólar competitivo. Léase: alto o caro. Hoy, ese valor seguramente sería de 70 pesos. Lo mismo cree Marco Lavagna, futuro director del INDEC. Pero con un cepo tan duro, el valor del dólar no puede escalar. De allí que no queda claro cómo hará Alberto para cumplir todos sus preceptos: chocan entre sí.
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